

“Que los chicos luchen por sus sueños” es el primer y enfático punto de coincidencia entre las nuevas promesas de canto del distrito.
¿Cuál es la sólida y mágica conexión que puede establecerse entre una adolescente y el canto? La respuesta recorre los acordes más impensados y recónditos del alma, principalmente si esta tiene la sensibilidad de una mujer de 16 primaveras, llena de todos los sueños y encantos.
Ha terminado el Taller de Música y Canto, dirigido por uno de los hijos predilectos de Carmen de La Legua-Reynoso, don Carlos Gamarra (“Gamarrita” para sus adeptos), cuya sola mención es ya un asunto mítico y de pletórica historia musical.
El resultado de la épica puesta en escena de cada sesión es casi el mismo; casi porque cada vez es mejor: siete alumnos bien instruidos en el arte del canto y la música, y con más ambiciones que temores.
De esta antología artística de voces destacan dos luces femeninas: Lesly y Diana, cuyo despertar musical se ha consolidado en su primera etapa con el abracadabrante trabajo del director y maestro de siempre: ¡Don Gamarrita!
El día a día de una promesa del canto no es excepcional: “Nuestras actividades diarias son de lo más normal”, aseveran. Claro, es así hasta que la fama no inicie su cometido con ellas, y esto sí les va quedando tan claro como las partituras que ensayan y viven como si fuera lo más excelso de sus días.
Diana tiene una ventaja de ocho años sobre Lesly en el inicio protagónico de este arte. “Desde los 6 años me di cuenta que lo mío es el canto”, responde tímidamente. Mientras que Lesly, admiradora de Daniela Dancourt (por su talento y humildad, asegura), más emocionada, tiene como partida de nacimiento los 14 abriles.
Ambas están embelesadas por la cumbia, la salsa, las baladas, el rock…, la vida del artista cantante. A punto de terminar la educación básica regular, aún no tienen definido el derrotero profesional que piensan seguir para complementar el camino del estrellato.
Por el momento, sus familias son todo para ellas, de las que reciben no solo el amor incondicional, sino también el aplauso más significativo del “respetable público”.